El sondeo mundial, que incluyó a Chile, ratificó que acostarse muy temprano o muy tarde, representa un aumento del riesgo de padecer patologías cardíacas en adultos entre 35 y 70 años.
El sueño constituye una parte vital de la existencia humana, ya que un individuo se dedica a dormir aproximadamente un tercio de su vida. Al igual que otros factores del autocuidado personal, los comportamientos del sueño se consideran importantes para la salud. Así lo sostiene el estudio Asociación de la Hora de Acostarse con la Mortalidad y los Eventos Cardiovasculares Mayores, en el que participa el Centro de Excelencia Capacitación, Investigación y Gestión para la Salud Basada en Evidencias (CIGES), de la Universidad de La Frontera, liderado por el doctor Fernando Lanas.
Este estudio es parte de muchas publicaciones que ha generado un cohorte internacional, llamado PURE (Prospective Urban and Rural Epidemiologic). La hora de acostarse se registró en función de la hora habitual de dormir de 112.198 participantes de 21 países del estudio PURE, incluyendo Chile. Los voluntarios, con edades entre los 35 y 70 años de edad, fueron seguidos prospectivamente durante 9,2 años. A dichos pacientes se les examinó la asociación entre la hora de acostarse y los resultados de mortalidad como también de infarto de miocardio no mortal, accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca.
“Lo que se hizo fue ver el tiempo de sueño y la hora en que la gente se acostaba. Y lo que encontramos es que los adultos que se acuestan temprano y duermen demasiado, al igual que los que lo hacen tarde, pero duermen poco, presentan más riesgo de padecer eventos cardiovasculares como infartos o accidentes cerebro vasculares que los que se acuestan entre las 22:00 y las 0:00”, detalla el Dr. Lanas, quien es especialista en Medicina Interna y Cardiología.
Aunque el estudio no se concentró en la calidad del sueño, reveló que dormir entre 6 y 10 horas está asociado a un menor riesgo de padecer estas patologías. Una hipótesis que se baraja para ello está relacionada con el ciclo circadiano. Aunque no es posible establecer una causalidad a raíz del estudio, los resultados sugieren que horas tempranas o tardías de irse a dormir tienen más probabilidades de alterar el reloj del cuerpo, con consecuencias negativas para la salud cardiaca.
Hay evidencia que la persona que duerme poco, menos de 6 horas, y mucho, más de 10 horas, tiene un riesgo cardiovascular más elevado. Al ajustar con otros factores, como el tiempo que duermo, la edad, hipertensión, entre otros, todavía existe un mayor riesgo entre los que se acuestan temprano y los que se acuestan tarde.
Las razones de este fenómeno aún no se sabe muy bien. Sin embargo, el Dr. Lanas estima que “la gente que se acuesta tarde tiende a ser personas que tienen una vida más estresadas, con mayor frecuencia de presión alta, de resistencia a la insulina, mayor obesidad. Por otro lado, la gente que se acuesta temprano puede estar asociada a una manifestación inicial de cierta fragilidad que todavía no se evidencia en enfermedades bien definidas”.
A esto se suman otros factores como el sedentarismo. “Esto también puede deberse a que se trata de personas que duermen mucho y que son físicamente menos activas que otras durante el día, especialmente la que son más mayores. La actividad física nos protege frente a los eventos cardiovasculares”, dice Lanas. A esto se suman otros efectos que van más allá del riesgo cardiaco como la atrofia muscular y osteoporosis.
¿A qué hora dan los infartos?
Durante los años que duró el estudio se documentaron un total de 9.024 eventos de interés. Específicamente, 5.633 participantes murieron y 5.346 tuvieron eventos cardiovasculares importantes. Los que se dormían antes de las 22:00 eran relativamente mayores, con menor nivel educación y una mayor propensión a ser mujeres residentes de áreas rurales. Si bien presentaban mayor hipertensión mostraron menos cuadros diabéticos y depresivos, como también un menor consumo de tabaco y alcohol que los que se acostaban después de las 0:00.
Nosotros tenemos un reloj biológico, que prácticamente todas las funciones del cuerpo van variando a lo largo del día. El periodo de descanso nocturno es cuando uno resetea el computador. La actividad cerebral baja, el sistema nervioso simpático -asociado a taquicardias y a aumento de presión- se hace menos activo. Por otro lado, el sistema parasimpático se hace más activo, y la gente tiene frecuencias cardiacas y presiones arteriales más bajas, menos secreción de catecolaminas, adrenalinas y corticoides. “A nivel cerebral se produce un fenómeno donde se ordenan los recuerdos. La secreción de insulina también baja en la noche”, detalla el Dr. Lanas.
Sin embargo, surge la pregunta ¿A qué hora es más frecuente que ocurra un infarto? Según el investigador de la UFRO, se sabe que la mayor parte de los infartos ocurren al despertar, en las primeras horas de la mañana. “Aunque claro, se distribuye también durante todo el día. Hay quienes tienen infartos a las 4 de la mañana, y otros a las 2 de la tarde. Pero sí, en la mañana es cuando hay más eventos cardiovasculares, y eso se asocia también a que cuando uno se va preparando para despertar empieza producir más cortisol, los niveles de presión arterial al momento de despertar suelen ser los más altos en el día”, detalla.
Entonces, la recomendación general ante esto es no acortar el tiempo de sueño, ni tampoco extenderlo durante muchas horas. Para así, poder mantener una buena salud cardiovascular, como también la salud de otros órganos y sistemas. “Hay una tendencia histórica a dormir menos, que tiene que ver con el nivel de luz y atención a pantallas durante la noche. Al acortar el tiempo de sueño, y todo su efecto reparador, impacta en la calidad de vida y en la aparición de enfermedades”, concluye el investigador.
Fuente / www.clinicasdechile.cl
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