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Las dos mutaciones en la hemoglobina que hicieron posible nuestra existencia

Foto del escritor: OCEUP CanalOCEUP Canal



Esta narrativa revela una ingente cantidad de eventos que, de no haber sucedido o haber sucedido de otro modo, habrían hecho imposible nuestra existencia.

Estos eventos suelen ser de una enorme dimensión: grandes erupciones volcánicas, colisiones de asteroides, drásticos cambios climáticos.

Todos ellos modularon la evolución de la vida y la aparición de la inteligencia.

Sin embargo, existen pequeños eventos sucedidos en algunas moléculas que son al menos tan importantes para nuestra existencia. Uno de esos eventos originó la hemoglobina.

Si la hemoglobina no existiera, sería imposible que hubiera animales más grandes que un pequeño gusano. En ausencia de esta proteína transportadora, el oxígeno no se podría difundir desde el aire más que unos pocos milímetros en el interior del cuerpo.

El oxígeno no es un gas muy soluble en agua, por lo que el plasma sanguíneo por sí solo no puede transportar a los tejidos la cantidad necesaria para un metabolismo rápido.

Sin hemoglobina, un cerebro de la complejidad y talla del nuestro sería impensable.


¿Por qué la hemoglobina es tan adecuada para el transporte de oxígeno?


La respuesta a esa pregunta reside en su estructura molecular. Está formada por cuatro proteínas iguales dos a dos, la cadena alfa y la cadena beta. Una cadena alfa se une a una beta y estas dos se unen a otra combinación idéntica.

Cada una de las cuatro cadenas lleva unida una molécula que contiene un átomo de hierro.

Esta molécula se denomina "grupo hemo", que da su nombre a la hemoglobina. El átomo de hierro es el encargado de unir un átomo de oxígeno.

Así, cada molécula de hemoglobina es capaz de unir cuatro átomos de oxígeno.

Para trasportar de manera adecuada el oxígeno en la sangre no basta con capturarlo en cantidad suficiente. La hemoglobina debe también detectar en qué parte del organismo se encuentra.

Si se encuentra en los pulmones, debe ser capaz de capturar el oxígeno con mucha fuerza y no soltarlo.

Cuando con la circulación de la sangre llega a los órganos y tejidos, la hemoglobina debe saberlo para disminuir la fuerza con la que une al oxígeno y poder soltarlo.

Que la hemoglobina sepa dónde se encuentra es posible porque detecta tanto la cantidad de oxígeno disponible como la acidez del plasma sanguíneo en su entorno.

En los pulmones abunda el oxígeno y se expulsa dióxido de carbono, un gas que disuelto en agua produce ácido carbónico.

Esta expulsión hace que disminuya la cantidad de ácido carbónico, lo que también disminuye la acidez de la sangre.

En cambio, en el resto de los órganos se consume oxígeno, que abunda mucho menos que en el pulmón. Al mismo tiempo, se genera dióxido de carbono en el metabolismo.

Esto hace que al disolverse en el plasma sanguíneo el gas genere ácido carbónico y la acidez de la sangre aumente.

No solo cada cadena de la hemoglobina puede detectar el nivel de oxígeno y acidez, sino que además puede comunicar esta información a sus cadenas vecinas. Así todas colaboran y hacen lo mismo que ellas en el momento adecuado.

En los pulmones, la colaboración entre las cadenas permite una captación del oxígeno coordinada y muy eficiente. En los tejidos, este gas es igualmente liberado de manera coordinada y extremadamente eficiente por las cuatro cadenas.


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